Descolonizar la salud del mundo: si no es ahora, ¿cuándo?

La traducción de esta ocasión tiene como propósito resaltar los perjuicios de las políticas colonizadoras en la atención a la salud y que la pandemia de COVID-19 es otro escenario en el que se perpetúan los modelos de opresión y desigualdad y se presenta al «norte del mundo», occidente, como el salvador del «sur». Debe aclararse que no es una traducción total por dos razones: 1) es preferible concentrarse en la sustancia del artículo y 2) algunos ejemplos del original ya caducaron, pues, pese a su reciente publicación (en agosto), los autores redactaron en marzo.


"Coronavirus Face Masks" de danielfoster437 se distribuye bajo una licencia de CC BY-NC-SA 2.0


La irrupción la pandemia de COVID-19 exhibe, con nueva evidencia, el mecanismo operacional de la violencia estructural tanto al interior de los países como en sus relaciones internacionales. La violencia estructural, es decir, la configuración de la discriminación social inscrita en leyes, políticas públicas y reglamentos, le da demasiados privilegios a unos sectores de la sociedad, mientras que perjudica a otros. Este concepto amplía nuestra perspectiva sobre los determinantes de la enfermedad.

En tanto que los signos de desigualdad de cada país o región dependen de la interacción local-global de las fuerzas históricas, económicas, sociales y políticas, la COVID-19 afecta a los marginados del mundo, desde las comunidades negras, indígenas y de gente de color (BIPOC, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos hasta los trabajadores inmigrantes en Singapur.

La situación sanitaria asociada a la infección por SARS-CoV-2, como el acceso a servicios de emergencia y de cuidados intensivos prolongados, la capacidad de prevenir la infección mediante acciones de prevención primaria como el lavado de manos, el distanciamiento físico y apoyos económicos para sostener el confinamiento, depende de la conjunción de sistemas de opresión mundiales, regionales y locales.

Esto demuestra que el ecosistema sanitario mundial vigente no está preparado para afrontar la violencia estructural como determinante de salud y que este sistema preserva la supremacía del redentor blanco.

La salud mundial requiere abordajes integrales y descolonizados, propuestos individualmente o desde las instituciones, que resuelvan la interacción, intrincada e histórica, entre el imperialismo y la salud, el desarrollo económico, la gestión pública y los derechos humanos. El movimiento internacional, de liderazgo estudiantil, para Descolonizar la salud del mundo (Decolonize Global Health) es un avance hacia esta visión.

Se exhorta a realizar cambios en la investigación, las políticas públicas y las prácticas relativas a la salud mundial.

DETERMINANTES ESTRUCTURALES DE SALUD PARA LA MAYORÍA EXCLUIDA


Las desigualdades económicas, éticas y raciales profundamente arraigadas que perpetúan los determinantes estructurales de salud estratifican y restan posibilidades a esta mayoría excluida. Este desequilibrio de poder es intencional y de ninguna manera se limita a la salud general, aunque suele ser el meollo donde estas injusticias convergen.

En todo el planeta, los casos de esclavitud, de negación sistemática de servicios públicos o privados y el carácter rapaz del capitalismo apuntalan la creación de sistemas de salud públicos que producen desigualdades estructurales, raciales y étnicas entre las comunidades BIPOC. Esta pandemia agudiza las   desigualdades preexistentes.

La gente negra y de color constituye una proporción sustancial de la fuerza de trabajo esencial en varios países colonizados. Sin embargo, es frecuente que se les pague menos, no cuenten con seguridad social y es más probable que vivan hacinados, expuestos a contaminación y a la inseguridad alimentaria, condiciones que incrementan su vulnerabilidad. Como resultado, estas comunidades presentan tasas excesivas de cuadros graves y de mortalidad por COVID-19. Sin el reconocimiento de estas fuerzas de opresión, el manejo de la pandemia carecerá de medidas públicas contextualizadas y específicas que atajen el racismo estructural que refuerza esta desigualdad sanitaria.

LOS MODELOS COLONIALISTAS REGULAN EL LENGUAJE Y LA RESPUESTA A LA PANDEMIA


Además de las consecuencias directas en la salud de las comunidades marginadas, los modelos colonialistas que privilegian los sistemas de conocimiento euro-occidentales también han determinado el lenguaje y la respuesta a la pandemia, lo que, a su vez, empeora el desenlace sanitario. Durante las crisis, los de los estratos más altos de la jerarquía social usan, desde antaño, chivos expiatorios que desvíen la atención de las causas primarias de la crisis en cuestión. De la peste negra se culpó sistemáticamente a las comunidades judías; en la pandemia del SIDA se señaló a los hombres que tenían sexo con hombres y otros miembros de la comunidad LGBTQ; ahora, en 2020, se repite la historia en el brote de COVID-19.

Se discrimina encubiertamente y se culpa en todo el mundo a los chinos y otras poblaciones de Asia oriental con denominaciones como «el virus de Wuhan» o «el virus chino». Otra modalidad de la racialización de la COVID-19 que valida las creencias colonialistas se ve en los titulares internacionales que dicen «¿Por qué los africanos no se enferman?». Este tono devela el supuesto de que los países «del sur» no pueden estar actuando mejor que «el norte». Otro ejemplo es la sugerencia de ciertos científicos franceses de que la vacuna contra SARS-CoV-2 debiera probarse en África, lo que aduce las ideas racistas e imperialistas de que «no todas las vidas son iguales». ¿Cómo es posible que en marzo del 2020, mientras se redacta esta declaración, alguien que vela por la salud mundial considere correcto usar comunidades negras y de color como conejillos de Indias para mejorar la salud de los blancos y colonialistas? La respuesta está en los esquemas racistas a desmantelar por completo.

El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, llamó «vestigios coloniales» a la representación distorsionada de las acciones tomadas en países africanos para contener la emergencia sanitaria que presupone el fracaso de estas naciones , un fracaso derivado de la falta de recursos por el imperialismo moderno y colonialista. Esta disparidad también tiene que ver con lo que se propone como la estrategia adecuada contra la pandemia.

Las instituciones de salud internacionales que toman como referencia al «norte», a menudo sin representantes de comunidades esenciales para la toma de decisiones, perpetúan la perspectiva eurocentrista que no contempla adecuadamente las necesidades de la mayor parte del mundo. La idea de solo copiar y pegar las estrategias de confinamiento y distanciamiento físico no sirve en los dormitorios de los obreros inmigrantes en hacinamiento, campamentos de refugiados, los suburbios o cualquier otro lugar donde los más pobres y marginados están obligados a vivir. ¿Cómo una familia de 15 integrantes puede confinarse en una zona habitacional con 70000 personas? ¿Cómo puedes mantener la higiene con el lavado de manos cuando hasta el agua es un recurso escaso? Cuando las personas con poder representan solo a los que tienen la preponderancia social, las necesidades sanitarias de la mayoría marginal inevitablemente quedan relegadas. Esta tendencia colonialista que vemos una y otra vez debe anularse en el inicio de la pandemia.


UN PLAN DESCOLONIZADOR POR LA JUSTICIA SANITARIA, EMPEZANDO CON LA COVID-19 

Para erradicar las causas de la desigualdad en salud, tanto los profesionistas como los investigadores deben aprovechar los cambios que esta pandemia genera para reflexionar con mayor recelo sobre sus acciones. Cada vez crece el número de voces que abogan por el reconocimiento y el resarcimiento de las disparidades en la salud mundial. Activistas y académicos, organizaciones no gubernamentales y personal médico; se está formando una alianza descentralizada que exige que los profesionales de la salud del mundo se impliquen verdaderamente en las estructuras locales y mundiales que generan la injusticia sanitaria. En tal coalición, los movimientos estudiantiles por la descolonización de la salud mundial realizan una función importante, aunque limitada: contribuyen a la creación de espacios para la reflexión crítica y anticolonialista dentro de instituciones, organismos y organizaciones numerosas, influyentes y privilegiadas, principalmente en países ricos (HIC, high-income countries), a cargo del debate sobre la salud mundial, del «conocimiento» y del financiamiento.

Este movimiento propone un plan para una salud con nueva identidad política e histórica. Creemos que el movimiento aboga, a grandes rasgos, por lo siguiente:


  • Un nuevo paradigma: repolitizar la salud mundial en un contexto de justicia sanitaria que reconozca cómo el colonialismo, racismo, sexismo, capitalismo y otros -ismos perjudiciales son la principal amenaza para la justicia en salud. A menos que se le haga frente a las consecuencias que estos sistemas convergentes tienen sobre la salud, las acciones por la salud mundial, sin importar las buenas intenciones, seguirán siendo partícipes de la precarización de la salud de los marginados del mundo. Cambiar el paradigma implica que tanto los individuos como las instituciones reconozcan que no se puede aislar la enfermedad de los grandes sistemas colonialistas. Las organizaciones y los contribuyentes deben modificar sus metas, planes de trabajo y estructuras según esta realidad. En resumen, este cambio significa redefinir quién se sienta en la mesa y cambiar algunas partes de la propia mesa.
  • Un nuevo liderazgo: la dirección de las instituciones que definen la agenda mundial no refleja la diversidad de la gente a la que tales instituciones deben servir. Por una parte, el «norte» necesita ‘asomarse’ a las ventanas personales, nacionales e institucionales para dejar de reproducir las ideologías racistas y colonialistas. No sorprende que las experiencias «sureñas» presenten al «sur» como incubadora de la innovación y se deben reconocer y dar ascensos a sus líderes por sus aportes. Por otra, debe atenderse y corregirse la desigualdad de género en el liderazgo de la salud mundial. En la mayoría de las instituciones sanitarias internacionales, las mujeres, especialmente las mujeres de color, están infrarrepresentadas y sus voces se excluyen del planteamiento de políticas y programas. Un cambio en el liderazgo debe incluir una representación igualitaria en las revistas académicas, los puestos de dirección y en el cuerpo docente que signifiquen, por ejemplo, la designación equitativa del primer autor para los colaboradores del «sur» y las mujeres.
  • Un nuevo conocimiento: es vital dejar de perpetuar las medidas racistas y colonialistas de cara a la pandemia de COVID-19 para asegurar que el conocimiento no fluye en una sola dirección, sino que existen aportes recíprocos que incluyen las acciones y debates dirigidos por el «sur», sean locales o mundiales; una reformulación bipartita del conocimiento: 1) enseñarles a los estudiantes sobre la desigualdad en la carga de morbilidad mundial al mismo tiempo que se crean espacios para el abordaje crítico de los eventos racistas y colonialistas que dieron paso a esta carga de enfermedades y 2) acortar las desigualdades geopolíticas en la educación en salud en el mundo. Por ejemplo, los programas de enseñanza en salud mundial y las fuentes de conocimiento están, principalmente, en inglés y en países ricos y son costosas, lo que restringe el acceso a los no angloparlantes y a aquellos en situaciones menos privilegiadas. Debemos cambiar las plataformas de aprendizaje actuales y crear nuevas para la salud global a fin de fomentar el pensamiento anticolonialista mediante el apoyo a la educación y la divulgación del conocimiento sin estos obstáculos.

CONCLUSIÓN

La respuesta a esta pandemia deja en claro y sin rodeos que los paradigmas actuales sobre la salud del mundo no son suficientes para eliminar la opresión sistemática. Los programas de salud internacional, centradas en los factores de riesgo individuales y la asignación de fondos para la enfermedad—incluyendo las medidas de respuesta a la pandemia—, omiten de qué tamaño es efecto estructural de las leyes, políticas y reglamentos sobre los riesgos para la salud, desde los tratados comerciales regionales y las políticas migratorias hasta la discriminación racial y la violencia de género. Las injusticias estructurales que se conservan dentro del sistema de salud global, como la representación excesiva de los hombres blancos ricos de países de altos ingresos en puestos directivos de la salud mundial, evidencian la falta de abordajes críticos de los determinantes geopolíticos de las desigualdades en salud. Pese a que la respuesta mundial ante la COVID-19 ha exacerbado estas desigualdades, los meses siguientes son un área de oportunidad para transformar la salud mundial. Un movimiento estudiantil descolonizador es solo un paso. Ahora este movimiento debe crecer en número y alcance para crear un futuro más justo y equitativo.


Licencia Creative Commons
«Descolonizar la salud del mundo: si no es ahora, ¿cuándo?» por Andrés Ortega se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Basada en una obra en Büyüm AM, Kenney C, Koris A, et al. Decolonising global health: if not now, when? BMJ Global Health 2020;5:e003394. doi:10.1136/ bmjgh-2020-003394.

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